PREFACIO
Hay innumerables maneras de contar una historia, como bien
sabe cualquiera que haya estudiado el arte de la literatura. La combinación
armoniosa entre forma y fondo es decir, entre estructura y
contenido es un axioma fundamental a la cual todo escritor se esfuerza en reproducir;
no soy excepción a esa regla. Admito que encontrar la forma para la presente
obra ha sido mucho mayor reto que acumular el conocimiento que constituye el
fondo. Encontrar la manera efectiva de aplicar una teoría del estudio de
sistemas complejos a una teoría de interacción entre las humanidades (historia,
literatura, filosofía, religión, etc.) y las ciencias sociales (antropología,
sociología, psicología, ciencias cognitivas, etc.) ha sido definitivamente un
desafío digno.
Hasta la fecha tengo varios
libros a la venta, a decir: El Tao de
Julio Wolf: Tiempos del Carcayú, Vol. 1, que es una novela autobiográfica; Maestros KAIZEN, Vol. 1, un tratado sobre la excelencia personal que acompaña un programa
de autorrealización; Poemas de un Sennin,
un poemario personal; y Mandated
Report, el precursor de la presente obra y en versión original inglesa; La Bitácora del Capitán Wolf, Vol. 1,
otra autobiografía en forma de diario infantil; Cuentos Ancestrales de Omayok el Grande, Vol. 1 que consiste de una
colección de cuentos infantiles que contaba a mis hijos Alexio y Julila; Penuel: El Rostro Descubierto de Dios,
el primer volumen de La Saga del Tao del
Sennin, que trata de diálogos psicológicos y filosóficos de estilo
socrático sobre las cuestiones más elementales, fundamentales y trascendentales
para el ser humano, como la existencia de Dios, el propósito de la vida, la
naturaleza esencial del ser humano, el concepto de la mente, la libertad y el
libre albedrío, etc.; Tiempos de Miakoda,
Vol. 1, una novela que narra en primera persona – como mujer – el aprendizaje de una mujer bajo su maestro Sennin; todos
publicados por la editorial ‘MAMBA RYU PUBLICATIONS’. Otros tantos volúmenes
están pendientes por salir a la venta en junio del presente año, 2013.
Puesto que soy un escritor algo
disciplinadamente indisciplinado (o quizás indisciplinadamente disciplinado) no
puedo afirmar cuáles serán los próximos libros que salgan a la luz antes o a la
vez que el presente. Mi diagnosticado Déficit de Atención Hiperactiva (DAH para
los amigos) se confirma en que mantengo un mínimo de una docena de proyectos literarios
(y varios científicos) simultáneamente en producción y todos en diferentes
estados de desarrollo; esa es la parte de mi indisciplina. La disciplina mental,
impuesta a base de voluntad y lograda en función de entrenamiento, se
manifiesta en que (por lo general) siempre termino lo que comienzo y en que me
he comprometido con la editorial en producir una varios tres libros más en los
siguientes seis meses, uno de los cuales es el presente volumen. (Por fortuna
tengo cinco manuscritos en reserva – tres volúmenes de La Bitácora de Shodai, y
dos volúmenes de Diario de un Sennin
– que esperan la atención de mi equipo de revisión y que arrojaré a la
editorial si me encuentro en el detestable y vergonzoso apuro de no poder
cumplir con mi palabra en un dado mes.)
Siempre
he querido ser escritor (y también maestro de artes marciales, científico,
inventor…) puesto que desde pequeño me di cuenta de que los escritores, los buenos escritores, los grandes escritores armados solamente de
pluma y papel (u hoy en día de una laptop) pueden – con su don de la expresión y
su capacidad de inspirar en nuestra imaginación unas cuantas verdades, aunque
sean quizás sus verdades – cambiar el
mundo. El escritor, el buen escritor, el gran escritor ofrece una visión de la
realidad que va mucho más allá de la que nuestros sentidos mismos puedan
percibir sobre la misma. A mis alumnos del Instituto KAIZEN Center de Artes y
Ciencias Integrales y Estratégicas les enseño que el arte es la mentira que nos revela la verdad tras la máscara de lo
real – y entre las artes la literatura es el rey – de ahí que la gran
literatura sea el necesario complemento a la ciencia, cuya empresa se dedica al
descubrimiento de la verdad mediante el uso empírico y reproducible de la
percepción.
Todas mis obras publicadas hasta
la fecha, junto con aquellas en vías de publicación para primeros del año 2014,
aspiran a ser gran literatura – que
lo hayan conseguido o no está por ver – pero la presente obra es algo diferente. Hay veces en las que la
verdad no precisa revestirse de ficción para revelarla; hay veces en que para
ello solamente precisa una visión clínica, una perspectiva panorámica, y quizás
del mismo gallardo e ingenuo atrevimiento de un niño que declara, a toda voz: “¡El emperador está desnudo!”. La
presenta obra, ‘América Culpable – Todos
Deberían Saber la Verdad’, titulada de acuerdo a su contenido, es
precisamente el resultado de una de tales ocasiones y es la voz del ingenuo
atrevimiento de un niño – pero de un niño ya hecho adulto. La presente por lo
tanto no es una obra literaria; es una obra que considero académica en su
esencia. Por una parte es una obra histórica,
es decir, es una narración veraz basada en hechos verídicos, confirmados por el
récord histórico, corroborados por otros libros, ensayos e incluso documentos
registrados en diversas cortes del estado de California, y apoyados en las
estadísticas mantenidas por diversas agencias – muchas del mismo gobierno
estadounidense – citadas a lo largo del texto
mismo.
También es una obra de análisis – social y psicológico –
que encaja las piezas de un complejo rompecabezas de eventos pasados y de
sucesos y estadísticas presentes, todo dentro de un patrón hipotético claro y
factible, llegando así a conclusiones lógicas y racionales sobre la naturaleza
esencial de la cultura y de la sociedad angloamericana – estadounidense. Y lo logra de forma muy similar a la que un buen
psicólogo clínico toma evidencia del historial de su paciente y llega a una diagnosis,
a una etiología, en cuanto a su patología mental, y a una prognosis de acuerdo
a un plan tratamiento. (De hecho los
eventos que inspiraron este libro, es decir, mi batalla en las cortes
americanas, transcurrieron en gran parte justo cuando yo estaba terminando un
doctorado en psicología clínica e integral y ejerciendo como psicólogo durante una
pasantía en un correccional juvenil femenino en San Diego.)
Los Estados Unidos de América, América en breve, es un fenómeno social, económico, militar,
político, tecnológico, y cultural que ha sido una fuerza dominante en el
planeta desde mediados del siglo pasado y que lo continuará siendo durante un
futuro previsible – a pesar de los diagnósticos prematuros e ilusorios de su
inminente ocaso. Y en toda su gloria,
esplendor, ignominia, y horror, América se presenta como un fenómeno tan único,
tan insólito, que a la inmensa mayoría de las personas les resulta
prácticamente imposible percibir y entender en qué consiste la esencia de ese
fenómeno.
El propósito de esta obra consiste precisamente en presentar
la esencia de la realidad del fenómeno americano de forma que sea claramente
perceptible e irrefutablemente comprensible.
‘América Culpable – Todos Deberían
Saber la Verdad’ es una diagnosis clínica de la cultura y sociedad
americana basada en su expediente histórico y actual a la vez que una diagnosis
de cómo América ha afectado – corrompido, quizás – a otras culturas y de qué
forma se detecta esta corrupción. Casi todos los países o culturas del mundo tienen
en su historia periodos sombríos donde yacen los esqueletos de sus pasadas
atrocidades genocidas. En tiempos modernos y recientes el ejemplo más conocido
quizás sea el Holocausto en la Alemania de la segunda guerra mundial, entre
1939 a 1945; a la que se suman las masacres en Ruanda en 1994; el genocidio de
los armenios por parte del imperio Otomán en Turquía entre 1915 y 1923; los Campos de la Muerte de Camboya, de 1975 a
1978; la antigua Unión Soviética durante la era Estalinista, entre 1929 y 1953;
o China durante la época de la Revolución Cultural, de 1966 a 1976, etc., por
nombrar algunos de los más destacados.[1] La historia mundial está
repleta de aterradores monumentos a la capacidad de abominación latente en
la naturaleza humana, facultad aborrecible
y documentada hasta en la Biblia. En 1 Samuel 15, por ejemplo, en lo que se ha
denominado “El mandamiento genocida del
Torah”[2], donde Yahveh manda el
exterminio del pueblo amalecita (o amalequita) vemos al genocidio homologado, y
encomendado, por el mismísimo Dios de los judíos, cristianos, y musulmanes:
1 Samuel dijo a Saúl:
«Yahveh me ha enviado para consagrarte rey sobre su pueblo Israel. Escucha,
pues, las palabras de Yahveh:
2 Esto dice Yahveh Sebaot:
He decidido castigar lo que Amalec hizo a Israel, cortándole el camino cuando
subía de Egipto.
3 Ahora, vete y castiga a
Amalec, consagrándolo al anatema con todo lo que posee, no tengas compasión de
él, mata hombres y mujeres, niños y lactantes, bueyes y ovejas, camellos y
asnos.»[3]
En todos los casos, como regla universal, la propensión
humana hacia la ‘inhumanidad’ del genocidio, de la conducta psicopática o
sociopática aplicada a otros seres humanos, se combina y se logra precisamente mediante
una campaña de difamación, de deshumanización, o de ‘sub-humanización’ del
elemento victimizado el cual, identificado y agrupado por raza, cultura,
afiliación o herejía religiosa, ideología política, etc., se encuentra con que
las medidas tomadas para su exterminio se consideran ‘razonables’, ‘justificables’,
e incluso ‘necesarias’ e ‘indispensables’ para la prosperidad social y el bien
común. Es simplemente una tendencia de la colectiva y personal ‘sombra’ humana
contra la cual siempre hay que estar en alerta por su capacidad de manifestarse
en tiempos de crisis, sobre todo de crisis económicas, donde con demasiada
frecuencia se buscan chivos expiatorios para reducir las tensiones ocasionadas
por los terrores y los resentimientos sociales. Tal fue el caso, por ejemplo,
de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial en Alemania, o durante la quema
de brujas en Salem. El miedo, junto al odio que en última estancia genera, con
frecuencia es un factor determinante en la conducta humana.
El caso de los Estados Unidos de América supone una gran
excepción a esta regla historio-cultural humana, no por su falta de historial
genocida, ni tampoco por su falta de miedo o de odio, sino que, por todo lo
contrario: América ha sido el único país que no solamente ha sido fundado en
base a estas tendencias sociopatológicas, sino que las ha incorporado como una
base esencial de su cultura – de tal forma que la realidad de su propia
perversión, corrupción, y patología, le resulta completamente transparente al
integrante de la cultura dominante angloamericana. Es decir, mientras que todos
las demás culturas del mundo, casi sin excepción, han tenido sus ‘etapas’ de
crisis sociopática, para los Estados Unidos de América – América para los amigos – esas ‘etapas’ han acaparado y se han extendido
a lo largo de toda su historia y se manifiestan hasta el presente, y de alguna
forma en todas sus instituciones socioculturales y políticas.
Lo que para gran parte de la humanidad supone una identificable,
y lamentable, perversión del ideal humano, para la cultura americana se ha
convertido en la argamasa transparente que sostiene los mismos muros de las
instituciones educacionales, jurídicas, policiales y políticas del país. En
breve: la cultura angloamericana es una cultura que evidencia, a lo largo de su
historia, de sus relaciones políticas en el exterior, de su política interior,
y de sus estadísticas sociales y económicas presentes, todos los elementos
propios de una diagnosis de psicópata o de sociópata. Más claro aún: la cultura angloamericana en su esencia es
una cultura sociopática.
Como indiqué anteriormente, la inspiración inmediata – la
gota que colmó el vaso – del presente estudio es mi caso judicial de (Overton v Dolansky) ante la corte de
familia de San Diego e intermitentemente ante la corte de apelaciones de
California. Mi propósito en el presente estudio es establecer que el historial
de atropellos y descaradas injusticias que han definido el pleito no es
exclusivo de un solo caso, ni de una sola corte, ni de un solo estado, ni siquiera
de un sistema judicial, sino que el emblemática de toda una cultura a lo largo
de su historia y hasta su mismo presente. Overton
v Dolansky no es un caso sino una
causa, y la causa consiste
precisamente en concientizar al mundo sobre la realidad de la cultura y
sociedad angloamericanas. A lo largo de esta serie de libros los lectores van a
observar cómo los dictámenes de los diversos jueces coinciden y correlacionan
perfectamente con la historia de desacato a la legalidad y a la justicia misma,
de las iniquidades racistas, de la corrupción, de los atropellos a derechos
civiles – ejecutadas no solamente en mi contra y en el de mis hijos como
ciudadanos americanos, sino de todos aquellos individuos y pueblos que caen
bajo el radio de acción angloamericano y se encuentran incapacitados para
montar una defensa – todos propios de un patrón diagnóstico de sociopatología.
América ha sido muy eficaz en su afán de exportar y vender al
mundo una imagen de arquetipo ejemplar de justicia, de respeto a los derechos
humanos, de juego limpio, de moralidad, de
democracia, de integridad, etc., de tal forma que ni siquiera los americanos mismos
ya son capaces de ver más allá del antifaz de superhéroe que su país ha
proyectado para sí alrededor del planeta desde sus inicios. Al fin y al cabo,
bajo el lema de “In God We Trust” y siendo la cultura dominante del planeta
tienen que ser los buenos, ¿verdad? Dios no les permitiría triunfar y dominar
si no fuesen rectos y justos, ¿no es cierto? Al menos ese es el mito religioso
tras el Destino Manifiesto.
‘América Culpable:
Todos Deberían Saber La Verdad’ remueve la máscara, la “capa de invisibilidad”,
y muestra a los EE.UU. tal y como es, y de forma fundamentada en las reglas de
la erudición académica, es decir, de manera documentada para que cualquiera que
quisiera retar o verificar las premisas, las evidencias y los argumentos pueda
hacerlo de modo racional y objetiva. ‘América
Culpable: Todos Deberían Saber La Verdad’ es una obra que debería
considerarse indispensable en todo departamento académico de Relaciones Internacionales,
de Ciencias Políticas, de Historia Mundial, de Cultura y Civilización Global, de
Periodismo Internacional, y en general de cualquier disciplina de estudio que trate
de comprender la estructura social de los EE.UU. y el papel que desempeña en la
cultura, en la política y en la economía del mundo. Considero además que es
lectura indispensable para todo y cualquier miembro de una minoría étnica de
color dentro de los EE.UU., y para todo individuo fuera de los EE.UU. y que
reside en un país que existe bajo su esfera de influencia política y económica –
lo cual incluye sobre todo a todos los países del hemisferio Americano, desde
Canadá hasta Argentina y Chile.
22 de septiembre de
2013, Playas de Tijuana, Baja California, México.
PRÓLOGO
Soy y he sido, ante todo y durante muchos años, lo que se
podría venir a llamar un “científico de sistemas”. Aquellos de ustedes que no
manejen el idioma castellano muy probablemente no habrán oído hablar de mí, al
menos que sea a través del presente ensayo, ya que por ahora la mayoría de mis
contribuciones han sido en ese idioma. En cuanto a mis presencia en el mundo
anglófono está el asunto de mi inducción en 2006 al Salón de la Fama de las
Artes Marciales de los EE.UU. en reconocimiento al arte marcial “MAMBA”[4]
de mi propia creación; mi galardón de Miembro Honorario de la Sociedad de
Investigación de la Hipnosis del Reino Unido como resultado de mi estudio
premiado en campo de la relación entre el chamanismo y la hipnosis clínica[5];
mi tesis de neurociencias cognitivas publicada en la “Journal de Mental Imagery”[6];
varios otros artículos en la revista académica “Shaman: An International Journal for Shamanistic Research”, uno de
ellos basado en mi tesis de literatura latinoamericana sobre la relación entre
el chamanismo y el realismo mágico[7],
otra de una teoría neurocognitiva/evolutiva sobre el origen del chamanismo en
nuestra especie[8]; así
como dos ensayos en la enciclopedia de antropología cultural sobre el
chamanismo denominada “Shamanism: an
Encyclopedia of World Beliefs, Practices and Culture” (2004)[9].
No es mucho para mostrar realmente para toda una vida de dedicación al estudio
académico y a la formación marcial, pero cuando uno está inmerso en el tedio
del estudio académico, aplicándose para lograr licenciaturas y títulos de
posgrado – no digamos trabajando para mantener una familia – no sobra mucho
tiempo para las publicaciones.
Mi carrera académica llegó a un
trágico fin en el año 2007 como resultado de los eventos descritos en ese tomo.
Irónicamente como resultado de aquellos sucesos, desde entonces, y
capitalizando por fin en mis dos décadas y media de estudio universitario casi
ininterrumpido, mi producción literaria y audiovisual aumentó tremendamente,
pero de forma casi exclusiva en el idioma castellano. Como consecuencia, si
realizan una búsqueda rápida en Internet sobre “Shodai Overton-Guerra”, simplemente “Shodai Overton”, o “MAMBA Ryu”,
se verán inundados por un corpus de artículos, de ensayos, de poesías, de
materiales audiovisuales, e incluso de entrevistas de televisión, todo
resultante de esta época de producción fecunda. Todo lo cual sirve para dar fe
de mi competencia, muy por encima de un nivel superficial, en muchos campos del
discurso académico y creativo: poesía, novelas, ensayos filosóficos, cuentos
adultos e infantiles, psicología, artes marciales, relaciones internacionales,
ciencias políticas, historia y civilización del mundo, religión,
mitología, etc. Yo soy lo más cercano
que van a encontrar hoy en día al arquetipo del “erudito-guerrero-poeta-místico”
– asumiendo que su paradigma personal permite tal cosa.
Aunque mi primer área de
formación profesional fue trabajando con mi padre como analista programador y
luego como analista de sistemas, mis titulaciones de licenciatura y de
postgrado, junto con mis empleos como profesor o asistente de profesor
universitario han sido en muchas áreas: literatura española y latinoamericana;
cultura, civilización, política, economía, y relaciones internacionales de los
países de habla hispana; historia y civilización del mundial; naturaleza,
historia y psicología de las religiones del mundo; filosofía occidental y
oriental; diversas ramas de la psicología (incluyendo la clínica, la cognitiva,
la biológica, etc.), las neurociencias cognitiva; la hipnosis clínica y la
medicina psicosomática. En las no académicas están mis certificados como terapeuta
de hipnosis clínica, adepto de numerosas artes marciales y finalmente como
creador de varias propias. En todas esas áreas he hecho contribuciones duraderas
e innovadoras, paradigmas nuevos diríase, aplicando
esencialmente mi conocimiento y comprensión de la teoría de sistemas –
precisamente lo que se emprende lograr aquí con esta serie: un nuevo paradigma
que integre la política, la economía, la literatura, la cinematografía, la
historia, la antropología, la sociología, la psicología, las ciencias
cognitivas, la religión, etc., para crear un nuevo paradigma para el estudio de
la cultura como un sistema complejo y dinámico.
Lo que cualquier científico de
sistemas que valga la pena sabe es que cuando se trata de un sistema integrado
– como en el caso de un ser vivo, de una sociedad de seres (hormigas, abejas,
chimpancés, personas, etc.), o de una cultura humana – incluso la parte más
pequeña de ese sistema puede revelar mucho sobre la totalidad de la misma –
pero sólo cuando realmente se tiene un conocimiento panorámico del sistema, de
la parte examinada, y de la relación sinérgica entre el todo y su(s) componente(s).
Los principios de la ciencia de los sistemas se aplican de manera uniforme en
muchas otras ciencias relacionadas. Según el principio de la "relación
fractal", también conocido como el principio de "auto-similitud”, los
aspectos esenciales de la totalidad se reflejan, se revelan, o a veces hasta
son duplicados – en mayor o menor medida
– en todas las parte integradas. Este principio es la esencia misma de la
“ciencia de sistemas”, la disciplina que se dedica al estudio de sistemas.
También es un principio esencial
de muchas ciencias modernas. La ciencia forense, por ejemplo, es una disciplina
que se especializa en la reconstrucción de toda una escena del crimen compuesto
por una serie de eventos concurrentes en el espacio y el tiempo, a partir del
análisis cuidadoso de un número limitado de pequeños detalles. En las ciencias
médicas, por ejemplo, la biopsia de un tumor, un análisis de sangre, un
análisis de orina, o el estudio de una muestra de saliva, etc. – todas pequeñas piezas de evidencia material –
pueden informar de manera significativa sobre el estado de salud o de
enfermedad del cuerpo como un todo. En cualquier ciencia clínica – en la psicología, por ejemplo – uno está
entrenado para detectar los patrones más generales en cuanto a los esquemas cognitivos
o afectivos de una persona, basándonos en cómo esos patrones generales se
reflejan en pequeñas muestras de su comportamiento; es decir, basado en una
muestra limitada de información, ‘partes’ o ‘componentes’ del sistema, llegamos
a conclusiones generales sobre el ‘todo’, sobre el sistema mismo. Este es
precisamente el razonamiento detrás de las pruebas psicométricas: se obtiene
una cantidad limitada de información de un sujeto (mediante un test) con el fin
de analizar y predecir patrones generales del comportamiento o de un posible
rendimiento futuro. Del mismo modo, los artefactos que se encuentran en una
excavación cuentan al arqueólogo una historia muy importante sobre toda la
cultura correspondiente, precisamente porque el conjunto cultural se refleja en
artículos individuales, a menudo de una manera muy significativa.
El expediente D491 976 de la
Corte Superior de California correspondiente al caso Overton v Dolansky – mi caso ante el Tribunal de Familia de San
Diego y de forma alterna ante la Corte de Apelaciones del estado de California
– manifiesta a su vez una
"similitud fractal" o una clara "auto-similitud" a ... ¿a
qué? ... simplemente al “todo” de lo que está mal y ha estado mal en los
Estados Unidos de América, en gran parte desde sus orígenes como colonia
británica. El caso ante la Corte Superior de California comenzó oficialmente en
agosto del 2005, cuando mi ex-esposa presentó, con sorprendente y sospechoso éxito, un acuerdo de
conciliación civil fraudulenta (y por lo tanto ilegal), y todavía está en
vigencia, hoy día en octubre del 2012, siete años después. Inicialmente,
después de nuestra separación legal, mi ex-esposa y yo nos reunimos el 13 de
octubre del 2004 en las antiguas oficinas del licenciado Marc Shular del bufet
legal de “Kershek & Shular”, entonces ubicadas en el centro de San Diego,
para tramitar independientemente dos aspectos del divorcio. El trámite legal
del divorcio, al menos en el estado de California, se puede dividir en dos
componentes: por una parte estaba el divorcio mismo, es decir, la disolución del
matrimonio (que en este caso se decidió que pagaría yo), y por otra parte el
registro del convenio de disolución matrimonial (“Marital Settlement Agreement”
o “MSA”) que detalla cuestiones como la separación de bienes, el acuerdo de
custodia, división de deudas, etc. Esa parte lo pagaría el otro partido, mi
ex-esposa.
Yo había descubierto que en lo
que se refería a la disolución del
matrimonio esa se podría lograr a través del territorio de Guam, mediado
por un despacho jurídico en Nevada, de forma no solamente más económica sino
también más expediente. Los documentos requisitos precisarían de firma ante
notario para luego ser enviados a Nevada. Puesto que el despacho legal de Kershek
y Shular contaba con notario público y había sido el abogado recomendado a mi
ex-esposa para encargarse de archivar ante la Corte Superior de California el
convenio de disolución matrimonial, proseguimos a matar dos pájaros de un tiro ese 13 de octubre
de 2004, ante el abogado Marc Shular y su notario público. Yo pagaría por los
costos por el divorcio mediado por el territorio de Guam y mi ex-esposa, Shawna
Dolansky, por los costos del registro del acuerdo de disolución matrimonial en
San Diego, estado de California. Ambos firmamos los papeles correspondientes al
divorcio y al acuerdo de disolución, el cual ratificaba la guardia y custodia
conjunta de los hijos junto con una división equitativa del tiempo con los
hijos, la división de deudas y bienes (conforme a las exigencias de las leyes
de California), detalles como las presentes edades de los hijos, etc.
Dos meses más tarde obtendríamos
un divorcio oficial a través del territorio de Guam[10],
y yo nunca volvería a poner pie en las oficinas de San Diego de Kershek y
Shular después del 13 de octubre del 2005. Recuerden ese punto, y recuerden
también que ya estábamos legalmente divorciados antes de que ella y su abogado sometieran otro segundo proceso de
divorcio agosto del año siguiente – este último a mis espaldas, por cierto. Reitero
también que ambos habíamos acordado desde el principio de la separación en la
custodia compartida de nuestros dos niños pequeños basados en una división ecuánime
de tiempo del 50% (3.5 días a la semana) con cada uno. Enfatizo que desde el
principio de la separación se mantuvo esa división de tiempo custodial como el status quo, y que estaba manifiesto como
tal en el convenio original firmado
por mí ante notario el 13 de octubre del 2004. No había manutención infantil de
por medio puesto que la división en el tiempo de los niños fue equitativa, yo
todavía era un estudiante de posgrado de tiempo completo y empleado de tiempo
parcial con apenas bastantes ingresos para sobrevivir con los hijos conmigo la
mitad de la semana, y puesto que mi ex-esposa ya había completado su propio
doctorado y trabajaba como profesora en la Universidad Estatal de San Diego
(SDSU). De haber adjudicado manutención hubiera sido mi ex-esposa, por sus
ingresos superiores y de acuerdo a las leyes del estado de California, quien
hubiera tenido que pagar sustento a mí – pero nunca fue algo que yo hubiese
considerado. Mis copias de los documentos firmados los guardé todos juntos en
una carpeta de esas plegables titulada “DIVORCE DOCUMENTS”, y la guardé en un archivero
que por aquél entonces mantenía en mi antiguo consultorio clínico de
hipnoterapia – en un cuarto que había
ocupado en la primera planta de la casa matrimonial y que después de separarme
seguí alquilando de mi ex-esposa. La habitación no tenía cerrojo en la puerta,
ni el archivero tenía candado para los cajones. (Tal era mi ilusoria confianza
en la honestidad de mi ex-esposa.)
En cuanto a compartir los hijos,
la disposición entre los dos era a veces tensa, pero para la mayor parte era
cordial. Incluso después de que me trasladara a vivir a Tijuana, México (debido
a limitaciones financieras) y mientras que concluía mi doctorado en psicología
clínica y de la salud de la Alliant International University, mi ex-esposa
todavía me permitía llevarme a los niños ida y vuelta a través de la frontera
para pasar 3 noches y 3 días completos conmigo – aproximadamente un 43% del
tiempo – lo cual resultó legalmente ser una cifra importante a la hora de impedir
ante la Corte el traslado de la madre con los hijos. Entre mis estudios
universitarios, el trabajo – primero
como profesor de religiones del mundo y de psicología de la religión en SDSU
(Universidad Estatal en San Diego), y luego como psicólogo en un correccional
juvenil (residencia para el doctorado) – y mis hijos mi tiempo estaba
totalmente absorbido: ese era mi mundo.
La excepción a nuestro acuerdo
mutuo de custodia compartido transcurrió cuando negociamos que la madre se
llevara los niños a Ottawa para visitar a sus padres por un período de dos
meses durante el verano del 2005. A cambio negociamos una compensación por el
tiempo perdido conmigo a mi conveniencia y elección – trato con el que ella
luego no solamente nunca cumpliría, sino que para evitar cumplir recurriría a
las autoridades bajo falsos pretextos (acusándome de querer secuestrar a mis
hijos).
La forma en la cual las
autoridades jurídicas ilegalmente consintieron, y luego rehusaron de castigar
el reconocido perjurio por parte de la madre, constituye una parte importante a
la vez que un patrón recurrente, del caso. Es justo y preciso decir que si las
penalidades criminales concernientes al perjurio y de acuerdo a las leyes
estatales se aplicaran de una forma consistente e imparcial en las cortes
americanas, y sobre todo en las cortes de familia, la madre hubiera acabado en
la cárcel, el tema de la custodia de los hijos se hubiera resulto de inmediato
y a beneficio de los hijos; más de un cuarto de millón de dólares privados (de
los padres de mi ex-esposa) no se hubieran malgastado en sus abogados; quién
sabe cuántos dólares del contribuyente americano no hubieran desechado en
costos jurídicos; y no digamos cuantas tragedias subsecuentes se hubieran
evitado – incluyendo la violación, el asalto y el abuso sexual de mi hijo Alex
con apenas cinco años de edad. Pero de ser así no se trataría de los EE.UU. – y
este libro jamás hubiera existido.
Volviendo al período
inmediatamente después del procesamiento de los documentos para el primer divorcio, es decir, el 13 de
octubre del 2004, quedaba pendiente la cuestión de qué hacer si la madre
encontrara una oferta de empleo a tiempo-completo en otra parte del país,
puesto que donde estaba ubicada en San Diego, California, no encontraba
posibilidades como catedrática y su economía después del divorcio (debido en
gran parte a su insistencia en mantener el mismo nivel de vida) se sostenía
gracias a generosas infusiones paternas. Debido a estas condiciones accedí en
principio – tal y como constataba en el convenio de disolución matrimonial – a
la idea de su reubicación con los hijos siempre y cuando ella accediera a
hacerse completamente responsable de mis
gastos de traslado tan pronto como terminara yo mi propio programa de doctorado
en psicología clínica. Así de importante era para mí para que pudiéramos
continuar con el plan de crianza compartida de los niños. Para mí el lugar de
mi residencia era insignificante comparado con la importancia de poder mantener
la misma relación que había establecido con mis hijos pequeños aun después del
divorcio. Por eso, y para tenerlos conmigo la mitad de la semana, yo seguía acarreando
solo los gastos (en tiempo y en dinero) de su transporte a través de la
frontera entre San Diego y Tijuana.
Inicialmente, durante un período
de un año y medio, las cosas progresaron bastante bien – o al menos dentro de
lo que cabe esperar de una pareja recién divorciada compartiendo niños pequeños.
Durante esa etapa de tiempo, y tres días y tres noches a la semana sin falta,
me dedicaba casi exclusivamente a mis hijos – enseñándoles artes marciales;
practicando yoga, español, y ajedrez; contando historias (relatadas luego en mi
libro ‘Cuentos Ancestrales de Omayok el
Grande’); viendo documentales y películas; compartiendo esos detalles
importantísimos de la pluralidad de su identidad cultural que solamente podrían
recibir de mí; etc.; es decir, en ser su padre.
Todo llegó a un fin cuando, un
día de marzo de 2006 de repente recibí un correo electrónico de la madre de mis
hijos reclamando más de $13,000 de manutención infantil, informándome que se trasladaba
a vivir a Boston con los niños – ¡y que decía que ella estaba de acuerdo en
darme dos semanas de tiempo de visita al año! En el mismo correo electrónico
también se refirió a una orden judicial emitida el 28 de noviembre 2005
relativa a un divorcio (el segundo)
en el estado de California del que yo nunca había tenido previo conocimiento, y
a un acuerdo de conciliación civil que había (supuestamente) firmado pero que
(obviamente) tampoco había visto. Es imposible expresar lo que yo sentía en ese
momento. Basta afirmar que fue mucho peor aún que cómo me sentí cuando me
diagnosticaron con cáncer terminal, un año después – una historia integral
dentro de la general historia de este caso. Ahora, completamente trasladado a
Tijuana, clausurado mi consultorio de hipnoterapia de San Diego en la casa de
mi ex-esposa, fui directamente a buscar los documentos firmados el 13 de
octubre del 2004 en la carpeta titulada “DIVORCE DOCUMENTS”. La carpeta se
hallaba presente – pero completamente
vacía.
Durante el próximo par de días
tuve que ponerme en contacto con el abogado original de San Diego, cuyo nombre
ni siquiera recordaba. Entonces es cuando empecé a descubrir la red de fraudes
y perjurios que mi ex-esposa y su primer abogado Marc Shular habían tejido.
Comencé por descubrir que desde el día de la firma los documentos el 13 de
octubre de 2004 las oficinas de Kershak y Shular se habían trasladado de San
Diego, a Poway – una pequeña ciudad en las afueras de San Diego; descubrí que la prueba de la notificación de
la audiencia de divorcio California – del segundo
divorcio –había sido falsificada: el lugar donde presuntamente fui servido era
el nuevo despacho jurídico de Marc Shular en Poway, lugar que yo hasta ese
momento ni siquiera sabía que existía y que por lo tanto nunca había estado
antes; descubrí que el acuerdo de conciliación civil también estaba totalmente
falsificado. Toda la situación hubiera sido cómica si no hubiera sido tan
trágica, el documento en cuestión estaba tan obviamente falsificado que parecía
patético. La página con el sello de la notaría pública que atestigua la validez
de las firmas estaba ausente; las fechas correspondientes a la firmas estaban
blanqueadas y alteradas para reflejar fechas del agosto del 2005 en lugar de
las originales fechas originales del 13 de octubre del 2004; las páginas
correspondientes a la división de deudas (que en tarjetas de crédito sumaban a
más de $ 35.000) habían desaparecido; varias páginas del documento tenían
números de página blanqueadas y editadas con una fuente tipográfica distinta a
la original y al del resto de las paginas; la manutención infantil se había
fijado en 1.000 dólares al mes (curiosamente retroactivo a octubre del 2004);
las visitas conmigo se habían limitado a 2 días a la semana, en lugar de los 3
1/2 días a la semana estipuladas en el documento original; y lo que es más, se
le otorgaba a la madre el derecho pleno y sin reservas o limitaciones de
trasladarse a vivir a cualquier lugar de los EE.UU. con los niños – nada de mis
costos de reubicación; etc., etc., etc… Evidentemente era un documento que se
había forjado tomando paginas firmadas del original y, alterando fechas y
números de páginas y deshaciéndose del acta notarial, creando un nuevo
documento a medida de su conveniencia – no digamos de la falsificación de
notificaciones jurídicas para evitar que yo me enterara a tiempo para poner un
alto al fraude.
Sin embargo, a pesar de todo lo
anterior la prueba más evidente de fraude y falsificación fue el hecho de que
el documento, que mi ex-esposa y su abogado jurarían era el
"mismísimo" documento que se firmó el 13 de octubre de 2004 en su
anterior oficina de San Diego, tenía referencias en la segunda página de
eventos transcurridos ante la Corte de San Digo durante el mes de agosto del 2005 – eventos a los que
refería en un tiempo pasado. Piensen: Es
evidente que el documento no podría haber sido firmado en su forma completa el
12 de octubre de 2004, cuando en la
página 2 del mismo documento se hace referencia acontecimientos ya
transcurridos durante el mes de agosto del 2005 – ¡casi un año más tarde!
Si piensan que todas esas pruebas
de perjurio, de fraude, de falsificación y de conspiración para defraudarme a
mí, no digamos a la Corte Superior de California, habrían dado lugar a condenas
criminales o por lo menos a algún tipo de auditoría o investigación oficial,
entonces serían muy ingenuos y estarían muy equivocados – tal y como yo lo fui
al principio. En América – si eres blanco, claro – se consigue tanta justicia como la que puedas
pagar – y la familia de mi ex-esposa cumplía ampliamente con ambos requisitos.
Mi ex-esposa no solamente no fue a la cárcel, sino que al final se fue Boston a
vivir con los niños tal y como había planeado, semanas después de lo cual mi
hijo ya había sido violado por su negligencia, y de ahí, unos años más tarde, se
mudó a Ottawa. Progresivamente ella consiguió todo lo que pedía a la Corte,
hasta que finalmente yo acabaría perdiendo no solamente custodia compartida,
sino toda la custodia y todo contacto – incluso telefónico – con mis hijos.
Les mencioné que yo era estudiante, sin
embargo, no soy ni un abogado ni soy un hombre de medios financieros capaz de
contratar uno – muy a diferencia de mi
ex suegro, el Dr. Bernard Dolansky, un miembro prominente y rico de la
Convención de Ottawa comunidad judía que invirtió bastante más de $200,000
dólares EE.UU. hasta la fecha y eso sin contar los numerosos casos ante la
Corte de Apelaciones – en apoyo de la campaña de su hija para erradicar mi
existencia de las vidas de mis hijos. Deliberadamente he evitado decir hasta el
momento que soy de origen africano, hispano, e amerindio. Con la excepción de
una sola audiencia en la que obtuve fondos para pagar los servicios de un
abogado, estaba en la peor de las desigualdades de condiciones imaginables en
una Corte de Familia americana: padre auto-representado, perteneciente a tres
etnias de color todas económicamente desfavorecidas y discriminadas, y estaba
litigando contra una madre blanca adinerada con abogados de más de 400 dólares
la hora en una Corte de Familia, desprovisto de jurado y donde el juez es la
ley; y al mismo tiempo que batallaba en la corte, batallaba, dentro y fuera del
hospital (con radioterapia, quimioterapia, y cirugía tras cirugía) contra una
enfermedad que amenazaba con quitarme la vida. Con todo eso puedo decir lo
siguiente: sin lugar a dudas, la batalla por justicia en las cortes americanas
fue infinitamente más desgastante, más decepcionante, y simplemente peor que mi guerra contra el cáncer. El
cáncer solamente amenazaba matarme una vez; perder a mis hijos era, es, una
muerte diaria.
Si sólo hubiera tenido un final
feliz sería tema para una comedia de humor negro o para una película de Disney.
No lo ha tenido hasta la fecha y dado la naturaleza del fenómeno psicológico de
alienación parental – de acuerdo a la cual un padre literalmente le hace un
lavado de cerebro con respecto a otro –
también parte de nuestra historia, no es probable que la tenga.
Hoy, más de seis años después de
que el correo electrónico nefasto, no he visto a mis hijos en casi cuatro de
los seis. Mi hija Julia seguramente ni se acordará de mí. Su madre bloquea o
descarta cualquier regalo que les envío y libremente se niega a cumplir con
cualquier orden judicial que permita contacto telefónico con ellos. Desde el
principio la Corte le ha permitido burlarse de las órdenes judiciales y de las
leyes que no han sido de su conveniencia y cuando yo insistía en traer su
conducta a la atención de los jueces, la reacción era siempre la misma: rescindir
la orden o ignorar la ley para evitar tener que declararla en desacato. La madre ha cometido perjurio tras perjurio,
y de forma exitosa logrando todas las ventajas legales imaginables – desde la
imputación ilegal de mis ingresos hasta la obtención de órdenes de restricción
en mi contra bajo falsos pretextos – posteriormente demostrados, pero sin consecuencias algunas. Con absoluta impunidad
legal la madre ha logrado desafiar cualquier orden judicial a mi favor,
incluyendo una orden de la Corte para proveer a mi hijo una evaluación
psicológica y tratamiento terapéutico por el
abuso y la violación sexual que sufrió mientras estaba bajo la supuesta
supervisión de la madre, sólo unas semanas después de mudarse a Boston.
Legalmente, pero injustamente, pasé
de ser un padre dedicado a estar completamente alejados de mis hijos, y mis
hijos pasaron de tener un padre presente en sus vidas a formar parte de la
corriente social de hijos que se crían sin padres que se está convirtiendo en
la norma social de este país ruin y decadente. He acumulado – mientras gravemente enfermo y desempleado, y
gracias a la exitosa táctica de perjurio descarado ejecutada por medio de la
madre y sus abogados – más de 30.000 dólares en manutención morosa, y todo
mientras que la madre gastaba más de 200.000 dólares en honorarios legales para
lograrlo.
Todo lo que he dicho sobre el
caso hasta el momento, y lo que voy a exponer en este libro es de dominio
público, por lo que he proporcionado número del expediente, D491 976, ante la
Corte Superior de California, División Familiar de San Diego. Cualquier persona
puede legalmente y de fácilmente verificar los detalles del caso que he
expuesto confirmar lo que ahora mismo les estoy informando. Les animo a que lo
hagan porque si lo hacen descubrirán, como yo descubrí, que el caso Overton v Dolansky tiene una auto-similitud
clara y presente con respecto al ‘todo’ social y cultural que es los Estados
Unidos de América, con prácticamente todo lo que está mal, podrido, inicuo, y descomponiéndose en ese país – mucho de lo
cual deriva precisamente de un sistema judicial corrupto, injusto,
irresponsable e impune. Pero lo más importante es que Overton v Dolansky tiene una auto-similitud con la sociedad
fascista, apenas disfrazada, que lo produjo, una sociedad que a su vez se basa
en una cultura tan repleta de una discriminación, de una corrupción y de una injusticia legalizada que ha perdido todo atisbo, indicio, o incluso
aspiración a una brújula moral.
Overton v Dolansky es una muestra del excreción de un sistema
social y jurídico podrido; es una biopsia del estado canceroso de la sociedad
americana, de su cultura y de su misma jurisprudencia, y lo que es más, de la
impotencia del ciudadano promedio para poder lograr justicia en un contexto que
es ampliamente reconocido como corrupto. Algunos comentan que los EE.UU.
simplemente ha perdido completamente la perspectiva de todo lo que los próceres
fundadores de la nación, John Adams, Benjamín Franklin, Alexander Hamilton,
John Jay, Thomas Jefferson, James Madison, y George Washington, habían querido que fuera. Pero nosotros,
quienes hemos sobrevivido durante siglos tras líneas enemigas, quienes estamos
hartos de que nuestros familiares, amigos, que nuestra gente sean las víctimas constantes y el “daño colateral” continuo del
odio y de la injusticia de la cultura angloamericana, del “sistema”, del
“monstruo” que nos ha comprado y vendido, esclavizado, linchado, violado,
asesinado, deshumanizado, y despojado de nuestras tierras a la menor
conveniencia económica, nosotros sabemos muy bien que la percepción de América
como un país de “libertad y justicia para todos” es una mera fantasía. Para
nosotros, los supervivientes de cuatro siglos de guerra la historia es hoy, es
ahora, es este mismo instante, ya que tarde o temprano algún incidente, algún
roce, algún inevitablemente percance nos pone en contacto y a la merced de la
inhumanidad implacable de ese “monstruo” que es la cultura angloamericana y que
se manifiesta a través de sus instituciones policiales, judiciales, políticas, financieras,
etc. En esos momentos inevitables tenemos una de tres opciones, tratar de huir,
aguantar, luchar dentro del sistema, o fuera de él para destruirlo.
Cuando comenzó mi querella en la
Corte, contra la Corte, al principio
no lo tomé de manera personal: era simplemente más de lo mismo que había
experimentado desde niño, y que mi padre, mis tíos, mis abuelos, mis
bisabuelos, durante cuatro siglos habían experimentado. etc. Pero en el momento
en que mi hijo fue victimizado por el “monstruo” las reglas del enfrentamiento cambiaron
y el contrincante ya no era su madre, ni tampoco los oficiales corruptos de la
corte, sino el sistema cultural angloamericano mismo. En su autobiografía, el
guerrero-chaman de los Apaches Chiricahua llamado “Goyatla”, mejor conocido
como Jerónimo, describe que se sintió “sin propósito” cuando descubrió a su
familia asesinada. Cuando yo recibí la noticia de la violación de mi hijo, casi
una semana después del hecho y después de que su madre no me dejara ni hablar
con él, pasé por un remolino de emociones. Primero me sentí desesperado por no
haber sido ni avisado ni poder hablar con él, luego enloquecido de furia contra
su madre por su negligencia, contra el juez y los demás oficiales de la corte por
su corrupción, por haber conspirado para acabar dañando de esta forma a una víctima
inocente e indefensa; después lloré desconsolado por mi impotencia como jamás había
hecho en mi vida al no haber podido proteger a mi hijo, y por un tiempo
solamente pude repetir “Mi hijo, mi hijo,
¿qué le han hecho a mi hijo?” Nada en mi vida me había pasado, ni que me
fuera a pasar después, me había logrado herir tanto. Los Estados Unidos de América
desde tiempos coloniales hasta el presente ha declarado una guerra sin cuartel y
sin piedad contra todo y cualquier pueblo de color que se ha cruzado con sus
intereses militares o económicos – en Japón, en Vietnam, en Afganistán, en Irak,
en Guatemala, en Honduras, en El Salvador, etc.; en sus propias fronteras contra
los Apache, los Cherokee, los Nez Perce, los Sioux, los Cree, los Pies Negros,
los Comanche, los Navajo,..., contra los afroamericanos, los mexicanos, los
chinos, los japoneses,… – y las bajas más difíciles de soportar siempre son los
niños. Fui un soldado conscripto en esa guerra antes de nacer y a los cuatro años
de edad yo mismo casi fui una baja en la misma. De adulto, había trabajado bastante
tiempo en el frente tratando las heridas y mutilaciones psicológicas de una
lista interminable de pandilleras, de drogadictas, de prostitutas, de alcohólicas,
de asesinas, todas ellas víctimas de la misma psicopatía de la cultura
angloamericana, del sistema, del monstruo. Muchos de ustedes leerán las estadísticas
que se reportarán en este libro, estadísticas de encarcelamientos injustos con
condenas inhumanas, de bajas, de mutilaciones y de discapacidades, pero no tendrán
en cuenta que se tratan no de números sino de seres humanos con sentimientos,
con ilusiones, con seres amados y queridos, que son los hijos, los hermanos,
los padres de otros seres humanos. Mi propósito no es solamente reportarles cifras
frías y racionales sino hacerles sentir,
de que salgan aun por unos instantes del entumecimiento inculcado por los medios
de comunicación que reportan las tragedias de otros seres humanos como si
fueran imágenes planas en un video juego cuando se tratan de las vidas de personas
reales como ustedes. Con la desgracia de mi hijo el sistema había llevado la
guerra que desempeñó contra generaciones de mis antepasados, contra mí mismo, a
otro nivel – y había cruzado una raya más allá del perdón y del olvido. Al
contrario de Jerónimo yo sabía perfectamente cuál era mi propósito, sabía que
tarde o temprano esta guerra iba a llevarse a otro frente, fuera de la corte y a
la luz de la opinión pública donde yo soy fiscal, juez y jurado que dictamino
el único veredicto aceptable – porque sé muy bien de lo que es América Culpable – y los lectores serán
los verdugos que ejecutarán cada uno a su manera la sentencia.
Yo no escribo este libro con la
esperanza de lograr o incluso de buscar un cambio en ninguna parte de ese
sistema – está demasiado carcomido por el cáncer de sus prejuicios y
corrupciones – ni siquiera en busca de una resolución a mi caso legal, ni mucho
menos un cambio en la sociedad estadounidense. Escribo este libro sobre todo para
mis hijos; para que Alexander Jesse Overton y Julia Rachel Overton de alguna
manera, algún día, puedan llegar a conocer el verdadero padre del cual su madre
ha logrado, en su vil egoísmo – y con la ayuda del sistema judicial americano
en su despreciable corrupción y detestable racismo – eliminar de sus vidas. Mis
hijos nunca fueron olvidados, sólo fueron vendidos “río abajo”[11]
por las mismas personas e instituciones encargadas para protegerlos.
Alexio y Julila: Un padre nunca
se olvida, un guerrero nunca se rinde. ¡Jujurra!
[1] http://www.toptenz.net/top-10-most-horrific-genocides-in-history.php
, accedido por última vez el 30 de mayo de 2013.
[2] En http://en.wikipedia.org/wiki/Religious_violence,
accedido por última vez el 30 de mayo de 2013.
[3] La Santa
Biblia (VERSIÓN
BIBLIA DE JERUSALÉN, 1976), pagina 395.
[4] MAMBA son las siglas de
“Mastering the Art of Mind and Body in Action”.
[5] "Shamanism and Clinical Hypnosis: a Brief
Comparative Analysis." Journal of the
Hypnotherapy Research Society, Vol. 2., 1999; (originalmente
publicada en “Shaman”: "Shamanism and Clinical Hypnosis: a
Brief Comparative Analysis," Shaman, Vol.6, no. 2, 1998, 151-170.)
[6] “Correlation of EEG activity with subjective performance on a guided
imagery test: An exploratory study.” Journal of Mental Imagery, Vol.
28(1-2), 2004, 17-60. (Abstracto localizado en http://psycnet.apa.org/psycinfo/2004-17704-002
o http://www.journalofmentalimagery.com/backissues1.html#28a)
[7] "Shamanic Realism: Latin American Literature and the Shamanic
Perspective." Shaman, Vol.6, no. 1, 1998, 21-55.
[8] “Neurocognitive Origins of the Shamanic
Perspective” Shaman, Vol. 8, no. 1, 2000, 35-88.
[9] Ensayos
titulados: “Latin American Literature and
Shamanism” y “"Hypnosis and Shamanism” respectivamente.
[10] El
territorio de Guam ofrece la posibilidad, bajo un tecnicismo legal, pero
constitucionalmente y legalmente válido, de lograr un divorcio sin tener que
haber residido en el territorio. La cuestión de la validez del divorcio en Guam
de hecho nunca fue disputada por la Corte Superior de California.
[11]
“Vendidos ‘rio abajo’” es una expresión americana que hace alusión al tráfico
de esclavos; ser vendido “rio abajo” se refiere a ser traicionado por
compensación económica.
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